Cada martes de verano, mi diva más diva, Patricia Jacas y yo misma nos vamos al Teatro Lara de Madrid, que es ya como nuestra casa y nos dirigimos a la sala pequeña, la off, que lleva el nombre de Lola Membrives, una de las grandes actrices del siglo XX.  Allí, en un escenario minimalista, Patricia se convierte en Alisa, la protagonista de De una soledad muy parecida a la felicidad, el texto de la premio nobel bielorrusa, Svetlana Alexiévich ,​que Patricia adaptó hace unos años y que ahora tiene, además, otra lectura. Se trata de un reportaje teatral, dado que el texto es fruto de una entrevista que hizo Svetlana a una ejecutiva de publicidad en un viaje en tren desde Moscú a San Petersburgo cuando estaba preparando su libro El fin del homo sovieticus (Acantilado) que os recomiendo vivamente. A las siete y media da comienzo la función. Patricia/Alisa entra y con su suave acento ruso, que confunde al respetable sobre su nacionalidad, reparte tres vasitos de vodka a los espectadores y brinda, mientras nos explica que tenía una amiga que se suicidó. Comienza un apasionante relato que te lleva en volandas y sin que te desconcentres a los años noventa en Moscú, cuando la protagonista aterriza desde un pueblo del interior a la Facultad de periodismo y empieza a entrevistar a los recién creados capitalistas. Un mundo en transición, de cambio, que ella saborea hasta las últimas consecuencias. En aquellos años donde los aires soviéticos se mezclaban con la llegada de colores y productos de otras tierras. «A Rusia entera se le salían los ojos de las órbitas», afirma.  Alisa también confiesa su historia personal con uno de esos oligarcas. Durante una hora, el público puede visualizar, ver, sentir como los rusos en aquellos años locos porque el texto de Svetlana es impecable, te deja satisfecho, ahíto y con la sensación de que puedes hablar ya con propiedad del fin de la URRS con solidez gracias a la contundente y veraz interpretación de Patricia. Cuando se oye la última nota del himno soviético, los espectadores despertamos y volvemos a la realidad madrileña después de una hora intensa, viajando por los años noventa de la convulsa Rusia. Es la hora de los aplausos, que son muy abundantes.

De una soledad muy parecida a la felicidad. Teatro Lara. Sala Lola Membrives. A las 19.30. Último martes el 23 de agosto. 

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